sábado, marzo 17, 2007

EXTREMOS

En toda relación los extremos son, quizás, los lugares en que mas énfasis hay que poner para no llegar. Se debe tratar, en la manera de lo posible, de hacer fluctuar ese feedback en los caminos de la neutralidad.
Variar de un punto al otro, saltar del blanco al negro sin merodear por los senderos del gris, es altamente peligroso. Nos proyectamos a una futura fractura en la relación.
La convivencia entre “Estado” y “Sociedad” no escapa a este inciso. Es menester que ambas partes compartan un dialogo sin recurrir espontáneamente en los extremos. Ante una pregunta el Gobierno debe responder, quizás no “A”, ni tampoco “B”, pero si preferentemente “C”.
Sobre todo en las demandas sociales, el Poder debe tener la habilidad de suministrar una respuesta. Pero, por más urgente que esta sea, deberá reaccionar lo más racionalmente posible.
Las sociedades se ven plagadas de ejemplos, de Estados en donde, presionados ante situaciones limites, derivan en reacciones apresuradas. No es bueno titubear, pero tampoco lo es ejecutar una acción equivocada, por el solo hecho de “accionar”.
El 11 de marzo de 2004, la ciudad de Madrid se vio envuelta en el mayor atentado cometido en España hasta la fecha: una serie de ataques terroristas hicieron estallar cuatro trenes, en la estacion de Atocha, en las cercanías de la capital europea.
Ante la necesidad de hallar un culpable, las primeras hipótesis, o peor aun ante la ausencia de pruebas claras sobre los autores, los principales partidos políticos y medios de comunicación apuntaron a un atentado de ETA.
Tras más de dos años de investigaciones, y ya si en Zapatero al frente del Gobierno español, el juez instructor atribuyo la autoría de los atentados al Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), al que se refiere como "máximo referente del Movimiento Salafista Yihadista” en España.
Si bien el proceso judicial no ha finalizado y que se encuentra todavía en la fase de instrucción, de fijación de indicios racionales de incriminación y de exposición de un juicio provisional incriminatorio, el apresurar un respuesta, por mas urgente que fuera, fracciono una relación que dejo entrever sus pensamientos en las urnas.
Se busca entonces un consenso, una lógica, una interpretación de la magnitud del caso para no caer en el extremo opuesto como ocurrió con los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
Fueron secuestrados cuatro aviones de pasajeros por parte de 19 miembros de la red terrorista Al-Qaeda. Dos se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, uno contra cada torre, haciendo que ambas se derrumbaran en las dos horas siguientes. El tercer avión secuestrado impactó contra el Pentágono. Mientras que El cuarto avión no alcanzó ningún objetivo ya que, mientras los pasajeros y tripulantes intentaban recuperar el control, se estrelló en campo abierto, en Pensilvania.
La acción inmediata, tan solicitada por la sociedad, dio paso a la denominada “Guerra contra el Terrorismo”, que inicio con la invasión , por parte del país americano, de Afganistán el 7 de octubre de 2001 por fuerzas de la OTAN y la Alianza del Norte con apoyo de las Naciones Unidas, ante la negativa del gobernante régimen talibán de entregar a Osama bin Laden (Lider de Al –Qaeda), que supuestamente se había refugiado en ese país.
A más de 5 años del acontecimiento Laden sigue sin aparecer y los muertos por la “nueva” Guerra superaron en millones a los del atentado.
Las desesperadas reacciones, basadas en las urgencias, dejaron al desnudo la cita inicial, en donde los extremos muestran su vulnerabilidad en las relaciones humanas.
Recaemos entonces, una vez más, en la necesidad de puntualizar que la negación de dirigirse a una punta no implique la nulidad del actuar. Es decir, no quedarse mudo por el solo hecho de evitar caer en una salida, que mas que rápida devenga en inútil.
La Argentina sabe, desgraciadamente, sobre el peor remedio ante una respuesta apresurada: la inexistencia de respuesta.
El 17 de Marzo de 1992 a las 14:47 hora local. Un furgón Ford F-100 aparentemente conducido por un suicida fue cargado con explosivos y estrellado contra el frente del edificio de la Embajada de Israel localizado en la esquina de Arroyo y Suipacha, causando la destrucción de la embajada, una iglesia católica y una escuela ubicada en un edificio cercano.
En total la explosión mató a 29 personas e hirió otras 242. Fue el peor ataque terrorista en la historia de Argentina. Los autores del ataque se cree entraron a la argentina a través de la triple frontera, el área donde confluyen las fronteras de Argentina, Paraguay y Brasil.
No hubo acusaciones que devinieran en “culpables inocentes”. Tampoco se disfrazo el odio, la impotencia y la necesidad de justicia y verdad, en una invasión injustificada de otro país. Aprovechando el dolor para obtener lucro.
A 15 años del hecho no se vio nada de eso, sino algo igualmente peor: La inoperancia, el silencio, la impunidad, la no acción. Aun no hay culpables, y se duda que puedan econtrarlos. La causa esta abierta, sin horizontes, esperando.
Las relaciones humanas, se basan en diálogos. De ahí se construyen soluciones, se forjan identidades, se solidifican amistades, se alimenta la confianza, la justicia, se repele el odio, las diferencias, las hostilidades. Sin dialogo no hay conexión, y por ende, evolución.
Quizás ese sea el punto de partida para entender el mundo, y en particular la Argentina, donde el dialogo, la respuesta, la posibilidad de asemejarse, entre Sociedad y Estado, hace varios años esta fracturado. Que la memoria sirva, entonces, para revivir el dialogo y este el medio para encontrar la solución de nuestros males.