miércoles, noviembre 28, 2007

COSAS QUE PASAN


“Aunque usted no lo crea”

Jack Palance

La necesidad (no) tiene cara de hereje

Línea B del subterráneo. Son aproximadamente las seis de la tarde de un día laboral, en un vagón cualquiera. Un metro sesenta, pelo negro revoltoso, unos treinta largos años de edad. Se sienta abriéndose paso entre la multitud y deja ver un pequeño agujero de su pantalón color crema. Cuando la formación esta en camino entre la estación Carlos Gardel y Medrano atiende su celular y deja escapar esta jugosa charla:

(…)
Hombre: “No…la verdad no puedo…aha, no no lo siento”
Interlocutor: *** (acá se produce un silencio en donde entendemos habla la otra persona al otro extremo de la línea)
H: “Si lo se, pero no, igual vayan ustedes y oren por mi, para…aha si, lo se, pero oren para que pueda encontrar una compañera”
I: ***
H: “Aha lo se, no no puedo ir, pero oren, oren por mi, porque estoy solo, si necesito una…aha, Marta si….una compañera…aha, lo se….oren”
I:***
H: Si lo se, esta vez no podré ir, pero estoy solo, si…no tengo compañera….oren ustedes por mi…

La formación estaciona en la citada parada, me bajo del vagón pero la charla continua.

Cuando no sos caballero se enojan, y si lo sos no te creen

Miércoles al mediodía. Colectivo línea 24 que abandona la Avenida Corrientes para retomar por Diagonal Norte. Avanza por el pasillo, vestida de verde y con apuntes de facultad. Me levanto del asiento y le hago seña para que lo ocupe. Se toca la barriga, abre los ojos extrañada y dice:

- “No estoy embarazada eh¡”
- "No hace falta, basta con que seas mujer" – Respondo y termino el resto del viaje colgado del pasamano.

Para cargar su tarjeta oprima 1

Despeinado, con un atuendo desprolijo que denota varios días de convivencia con el jabón en polvo, con zapatos más rotos que sanos mira unas cajas abandonadas y trata de conseguir algo interesante entre un conjunto de desperdicios cibernéticos abandonados por algunas de las empresas que ahí abundan. Cruza la estrecha calle Reconquista y se sienta en el pilar que antecede la entrada a una escuela. El busto de Domingo Faustino Sarmiento lo mira rígido.
Cruzo por su lado y advierto que desplegó un modelo de celular con tapa y en la otra mano tiene una tarjeta de teléfono. Intenta cargar crédito. Al tiempo que lamento no tener una cámara fotográfica para retratar el contraste entre ese indigente y la avanzada tecnología que se escurre por sus dedos, me sonrío. Atrás mío una señora deja escapar también su risa. La contraposición de estilos hace de la escena un momento simpático, parecido más bien a un humor estilo “Capussoto” que a un segundo de la realidad.
La historia continua, la señora que comparte el gesto conmigo se acerca y comenta:

- “El otro día a mi hijo que tiene un negocio uno le dejo su tarjeta personal para que lo contacte en caso de tener algo de cartón para tirar”.



Continuara (seguramente)